Aproximadamente 117.000 botellas de plástico habrán sido usadas cuando termines de leer esta oración. Abordar los costos ambientales de la producción de plásticos se vuelve cada vez más necesario, considerando los problemas climáticos y sociales en cada etapa de su ciclo de vida.
Hay tanto plástico y microplástico desbordado en el agua, aire y tierra que se estima que, en promedio, una persona podría comer hasta 5 gramos de microplásticos en una semana, que es aproximadamente el peso de una tarjeta de crédito.
Simplemente está en todas partes. El océano es el más afectado. Y una vez que estas pequeñas partículas entran en contacto con el medio ambiente, no se descomponen de forma natural y tampoco pueden eliminarse. Científicos han encontrado partículas de plástico en el estómago de los peces, en las placentas de mujeres embarazadas e incluso cerca de la cima del Monte Everest y la Antártica.
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), hace un recorrido por la fabricación del plástico, sus usos, peligros y el impacto que causa en el planeta y los seres vivos.
El plástico y el petróleo
El viaje comienza en las profundidades del planeta: más del 99 % del plástico proviene de combustibles fósiles.
A través de métodos como la minería, la perforación o la fracturación hidráulica se extraen el petróleo crudo y el gas natural.
Entre el 4 % y el 8 % de la producción mundial de petróleo se destina a la fabricación de plásticos, una cifra que se espera que aumente al 20 % para 2050.
Estas tendencias de crecimiento se contraponen al objetivo del Acuerdo de París de limitar el calentamiento global a 1,5 ºC.
En este escenario, la justicia ambiental es particularmente importante porque las plantas de combustibles fósiles suelen ubicarse en comunidades de bajos ingresos, lo que representa una carga injusta para los residentes, quienes a menudo no tienen los recursos para proteger su bienestar.
El siguiente paso es someter la materia prima a una serie de complejas reacciones y procesos químicos que consumen mucha energía y que en última instancia forman la resina de plástico. El resultado: pequeñas bolitas (técnicamente conocidos como “pélet”) de plástico, elemento básico para construir una botella.
La resina utilizada para la mayoría de las botellas de plástico es polyethylene terephthalate (tereftalato de polietileno), más conocido como “PET”. Las botellas hechas con este material son fácilmente reciclables, pero el desafío radica en mantener su calidad durante el reciclaje, lo que puede llevar a la degradación y acabar eventualmente en desecho. Por su parte, los tapones de botellas están generalmente fabricadas de polyolefins (poliolefinas), material que también tiene excelentes propiedades para el reciclaje. Sin embargo, su reciclabilidad suele ser baja debido a los aditivos, como los colorantes. Optar por no reciclar botellas PET puede llevarlas a un asombroso periodo de descomposición en el medio ambiente de unos 450 años; abordaremos esto más tarde.
A medida que las propiedades de la materia prima se refinan para crear un producto utilizable, paradójicamente tanto la salud humana como la del planeta son expuestas a condiciones de deterioro, resaltando la inherente naturaleza de doble filo al producir estas pequeñas bolitas de plástico.
Por ejemplo, esta etapa del proceso se realiza en instalaciones que frecuentemente son propiedad de subsidiarias de compañías internacionales de petróleo y gas, que requieren una cantidad sustancial de energía.
Este proceso también es altamente contaminante: cerca del 90 % de los gases de efecto invernadero relacionados con los plásticos provienen de la extracción y procesamiento de la materia prima, lo que libera emisiones nocivas al aire y puede provocar riesgos para la salud, como trastornos reproductivos y de desarrollo, así como cáncer.
Plásticos y nanoplásticos
El siguiente paso es someter la materia prima a una serie de complejas reacciones y procesos químicos que consumen mucha energía y que en última instancia forman la resina de plástico. El resultado: pequeñas bolitas (técnicamente conocidos como “pélet”) de plástico, elemento básico para construir una botella.
La resina utilizada para la mayoría de las botellas de plástico es polyethylene terephthalate (tereftalato de polietileno), más conocido como “PET”. Las botellas hechas con este material son fácilmente reciclables, pero el desafío radica en mantener su calidad durante el reciclaje, lo que puede llevar a la degradación y acabar eventualmente en desecho. Por su parte, los tapones de botellas están generalmente fabricadas de polyolefins (poliolefinas), material que también tiene excelentes propiedades para el reciclaje. Sin embargo, su reciclabilidad suele ser baja debido a los aditivos, como los colorantes. Optar por no reciclar botellas PET puede llevarlas a un asombroso periodo de descomposición en el medio ambiente de unos 450 años; abordaremos esto más tarde.
A medida que las propiedades de la materia prima se refinan para crear un producto utilizable, paradójicamente tanto la salud humana como la del planeta son expuestas a condiciones de deterioro, resaltando la inherente naturaleza de doble filo al producir estas pequeñas bolitas de plástico.
Por ejemplo, esta etapa del proceso se realiza en instalaciones que frecuentemente son propiedad de subsidiarias de compañías internacionales de petróleo y gas, que requieren una cantidad sustancial de energía.
Este proceso también es altamente contaminante: cerca del 90 % de los gases de efecto invernadero relacionados con los plásticos provienen de la extracción y procesamiento de la materia prima, lo que libera emisiones nocivas al aire y puede provocar riesgos para la salud, como trastornos reproductivos y de desarrollo, así como cáncer.
Las alternativas a impulsar
Ya sea disminuyendo nuestro consumo de plásticos de un solo uso, apoyando los sistemas de reutilización y recarga, o usando productos elaborados a partir de alternativas más ecológicas, podemos reducir los costos reales de la producción de plásticos. Un informe reciente destacó que el mundo puede reducir la contaminación por plásticos en un 80 % para 2040.
He aquí algunas formas de lograrlo:
Reformar los subsidios a los combustibles fósiles para avanzar hacia energías más limpias y sostenibles.
Abordar las emisiones de gases de efecto invernadero generadas durante el transporte de plásticos en barcos u otros medios.
Promover prácticas de economía circular para disminuir la contaminación por plásticos y fomentar enfoques de cero desechos para reducir, reusar, rediseñar y reciclar.
Invertir en innovación para eliminar los residuos de plásticos, así como incrementar los materiales y modelos amigables con el medio ambiente.
Empoderar a los trabajadores informales para mejorar sus condiciones de vida, promover la inclusión social y modernizar la eficacia de los sistemas de gestión de residuos de plásticos.
Fuente: PNUD